martes, 31 de mayo de 2011

Mi visión de la contrapublicidad

EGO


En esta primera imagen he tachado ligeramente la inicial del logo para que se entienda el origen de la marca. Se trata de una compañía danesa que elabora piezas de plástico interconectables conocida por todos.

He usado una imagen donde aparece un hombre mirando a una torre muy alta, construida precisamente con piezas de Lego. La posición de su cabeza está dirigida hacia el cielo, por lo que eso podría simbolizar una actitud de orgullo personal y un reconocimiento del yo individual frente al mundo exterior.

En este caso, he usado la asociación intrínseca de la marca con la construcción para destapar una realidad que ha formado y forma parte del país en el que vivimos. La construcción de edificios sin control, el afán por su grandiosidad y por ocupar todo espacio terrestre sin conciencia del medio ambiente ni límite económico. Un ejemplo que da rienda suelta al ego por el lujo y por ofrecer las mejores estancias se puede ver retratado en el Levante, donde cada vez son más los resorts emplazados estratégicamente para atraer a un público cada vez más exigente y sofisticado.

MIND THE GAP


Con esta imagen quiero hacer una metáfora sobre la convivencia de distintas clases sociales que conviven en un mismo espacio.
Ambas fotos fueron tomadas en Barcelona, una ciudad de España, es decir, en Europa. ¿Qué quiere decir esto? Pues que no hace falta irse hasta el tercer mundo para ver que dentro de este nuestro primer mundo existe gente que dista mucho de vivir en unas condiciones que cumplan ese título y que, sin embargo partiendo desde cero y con gran desventaja, luchan por no ahogarse dentro de la competencia que les espera ahí afuera.

He usado el símbolo del metro superponiendo una frase que en ocasiones se escucha cuando viajas dentro del vagón londinense y que avisa de la distancia entre la vía y el andén. En este caso, he querido dar un sentido a la frase 'Mind the Gap' para referirla metafóricamente al gran espacio que existe entre estar dentro del vagón del éxito según la mirada blanca o estar en la vía de espera de todos los que no entran en lo política y socialmente aceptado.

EUPHORIA


En este caso, he optado por un perfume de la marca Calvin Klein dirigido a hombres y que tiene por título Euphoria. He asociado el nombre con el estado de ánimo característico de un contexto como el que aparece en la foto: muchos hombres gritando mientras compran y venden para conseguir el mejor rendimiento de sus acciones.

Lo que quería resaltar con esta gráfica es que la euforia está en todos los mercados y, en ellos, los individuos que los gestionan (la mayoría de las veces, legitimados por nuestros Gobiernos) intentan conseguir los mayores beneficios posibles poniendo todo su esfuerzo en acumular más y más riquezas de su lado, mientras en otra parte de la realidad, no muy lejos de ellos, otros han de resolver, sin ayuda de nadie, los problemas económicos y sociales gestados por el ansia económico.

Esa euforia también podría dirigirse, aunque sigue siendo una utopía, al lanzamiento de medidas que mejorasen la situación política, la justicia, la educación o el empleo.

lunes, 23 de mayo de 2011

El valor de una imagen

Con las imágenes podemos ganar guerras o levantar imperios. El poder de una imagen es infinitamente más grande que el de la propia palabra. Una imagen integra en sí misma un mundo de interpretaciones que pueden ir desde un extremo hasta el otro según el contexto social y cultural del que la consume.


El problema de englobar un mensaje en una imagen es que por el camino dejamos un puzzle entero del que hemos extraído esa piececita y sin el cuál nunca seremos capaces de conocer el razonamiento completo del transcurso de los hechos.
Siendo conscientes del peligro de simplificar la historia con una sola imagen, debería exigirse la máxima responsabilidad a aquellos que tienen el control sobre la exposición de esas pequeñas reliquias que dan testimonio de la realidad.
Con esto me refiero a cualquier manipulación en el tráfico de escenas, tanto por su excesiva exposición como por su omisión de la agenda de noticias.
En muchas ocasiones nos bombardean con imágenes de las guerras civiles en Oriente Medio, pero la descontextualización de los hechos y la carencia de una introducción apropiada para entender la trama que desencadena los sucesos, hace que la recepción masiva de escenas sangrientas y edificios derruidos se torne como una realidad que nos es ajena y para la que al final nos volvemos inmunes.
También me gustaría evidenciar que no hay testimonio de muchas injusticias y realidades que acontecen en el mundo. Por ejemplo, en los telediarios nunca aparece el día a día de muchas tribus africanas, que se ven sometidas por dictadores que controlan el monopolio de la riqueza, y que por otro lado están respaldados por los gobiernos del primer mundo, quienes ven favorecida su relación gracias al intercambio de petróleo y otras materias de valor incalculable.
La conclusión a la que llego tras la lectura de 'Imágenes de lo intolerable', capítulo que compartió con nosotros el profesor Correa, es que las imágenes son la afirmación de nuestra historia y como tal, deberían reflejarse sin cortes y sin fisuras y en su máxima plenitud para el enriqueciemineto personal y cultural de cada individuo.
Y por supuesto, deberían ser como mínimo verdaderas, aunque parece que esta lección, ya sea por culpa de las agencias de noticias o de los medios que tratan de dar la primicia a costa de contrastar la información, nunca la aprendemos. El último caso conocido la foto falsa del cadáver de Osama Bin Laden:

http://www.elperiodico.com/es/noticias/internacional/una-foto-falsa-991447

El hombre es el único hombre capaz de tropezar en la misma piedra, una y otra vez, y otra, y otra...

miércoles, 18 de mayo de 2011

Sobre contrapublicidad

Ayer 'tocamos' en el chat una actividad que nos propone Ramón para comprobar cómo de manipulable es la imagen o el contenido audiovisual. Estamos hablando de practicar subvertising o contrapublicidad, que según la Wikipedia consiste en "una crítica de la publicidad realizada mediante la alteración de los contenidos de sus mensajes".

La contrapublicidad, en resumen, implica modificar, deconstruir, trastornar, mezclar, revolver y alterar la idea original que trata de vender la publicidad.

Siguiendo con Wikipedia, la enciclopedia colaborativa se hace eco de una definición brindada en la web subvertise.org:

"La pintada en la pared, la pegatina en la farola, la frase modificada de una valla publicitaria, la camiseta- parodia... La clave está en la redefinición y reconquista de nuestro entorno arrancándolo de las manos de las grandes empresas".

Como estoy leyendo 'No Logo' creo que esta tarea puede resultarme de gran ayuda para ilustrar de una manera gráfica cómo la publicidad es capaz de crear un envoltorio diferente con unos simples retoques fotográficos. Antes de ponerme con ello, quiero dejar varios documentos que me han parecido relevantes para entender la contrapublicidad.

El primero de ellos es un documental realizado por los alumnos de un instituto barcelonés que desarrollaron su propia visión sobre los peligros ideológicos de la publicidad.

D'Anunci from Pastisset on Vimeo.


El segundo tiene que ver con una noticia relativamente reciente. El pasado 29 de abril una corresponsal de El Mundo en Beirut se refería a un conflicto abierto en Líbano por la publicación de un cartel electoral que sacaba provecho de la imagen atractiva de una mujer para pedir el voto femenino. Dejo el enlace a la noticia y algunas versiones que hicieron varios grupos críticos con el líder cristiano que tuvo la brillante idea. Las palabras sobran.




Sé lista y vota


Sé inteligente y vota en blanco


Sé bruta y vota Tayyar, el partido del general

domingo, 15 de mayo de 2011

No Logo

No Logo no se encuentra entre los libros de la bibliografía de la asignatura, pero me he lanzado a leerlo porque, cuando mi compañero Pepe mencionó el título, tuve curiosidad por descubrir como Naomi Klein examinaría un asunto tan cotidiano como es el consumo de las marcas.
No logo es un meticuloso estudio sobre el papel que ocupan agencias, empresas, mano de obra y consumidores en el juego de las marcas así como de las estrategias clave usadas para acumular beneficios y despuntar en el mercado.
Con claros ejemplos que tienen como protagonistas a grandes multinacionales que todos conocemos, Naomi Klein explica cómo la táctica de las marcas ganó la batalla al antiguo planteamiento del marketing que básicamente tenía como objetivo la venta de productos.
Las agencias de publicidad querían encontrar su sitio y hacerse imprescindibles en el proceso de convertir a las empresas en gigantes indestructibles. Su discurso era principalmente que había que encontrar una filosofía comerical que diera un valor añadido a las empresas, es decir, atacar a través del factor emocional.
En ese sentido creo que la idea fue brillante porque, a pesar de ser consciente de que detrás del ideal que vende cada marca se encuentra el mismo bulto físico que otro sin presupuesto para publicidad, no puedo dejar de sentirme cómodamente atrapado por la "felicidad" que se adquiere pagando un porcentaje superior por esa marca especial.
Con esto no quiero decir que mis elecciones a la hora de comprar se rijan sólo por las marcas, y, por supuesto, sobra decir que detesto exhibir logos en mi ropa, pero hay ciertas cosas que reconozco que me gusta adquirir mirando la marca, el concepto o el ideal que lleva intrínseco, aunque eso me convierta en una víctima más en manos de cuentacuentos.
Por ejemplo, en mi opinión el sabor de la CocaCola es inigualable a la de otras bebidas de cola, las gafas de RayBan no me dejan ciego como las de H&M, o el desodorante AXE mantiene su efecto más tiempo que otros desodorantes (aunque nunca me haya pasado que las chicas se abalancen a mí como ocurre en el anuncio).
El problema de todo esto es que cada dos por tres se crean nuevas necesidades. Voy a poner como ejemplo las tecnologías. Últimamente, cada vez más regularmente, vemos cómo Apple o Microsoft sacan al mercado nuevas aplicaciones cada vez más sofisticadas y desarrolladas, sin que muchos de nosotros tengamos la posibilidad de adquirirlas (por su elevado precio), pero que sin embargo se hacen imprescindibles en el día a día ya que su consumo se expande a la velocidad de la luz.
Por último, no hay que olvidar otro eslabón del proceso de creación y consumo de marcas: la mano de obra en países del Tercer Mundo.
Para que todo este sistema fucione, para que los grandes sigan siendo tan grandes o aún si cabe más grandes, hay una mano de obra detrás que hace posible que todo siga en pie y que, lejos de los lujos y de percibir una mínima parte de los beneficios que generan las marcas para las que trabajan, viven en condiciones infrahumanas y trabajando de sol a sol. Sí, esos son los que hacen mis preciosas gafas de RayBan o mis zapatillas fashion de Nike, y ellos son las verdaderas víctimas de los gigantes que nosotros cada día alimentamos comprando marcas.

lunes, 9 de mayo de 2011

La doctrina del shock

Hoy quiero hablar sobre la última muestra audiovisual que he podido ver. Ya hablamos de ella en un chat de esta asignatura, pero quería dejar aquí mis comentarios y mis impresiones con respecto a lo que se dice en ella. Me refiero, en concreto, al documental 'La doctrina del shock', inspirado en un libro de Naomi Klein con el mismo título.



No quiero aburrir a quienes me lean, ni a mí mismo por supuesto, con un resumen del contenido de dicho documental, que intuimos será muy similar al que se puede leer en formato impreso. En lugar de eso, me gustaría reflejar algunos pensamientos que han venido a mi mente durante la visualización de la película.

Bien, el primero es que el trabajo de la periodista canadiense Naomi Klein ha reforzado la opinión que ya tenía, esto es, que la democracia ha pasado a manos privadas que, gracias a su enorme influencia en nuestros gobernantes, han conseguido salir vivas de la última crisis económica. De hecho, se puede decir que, tras ver el documental, se puede interpretar que la crisis no es un efecto inesperado del instinto depredador de los oligarcas (incluyo aquí a los grandes magnates de la comunicación, por supuesto) que han tomado las riendas de nuestro destino, sino más bien un mal menor que ellos saben y quieren aprovechar hasta las últimas consecuencias. Sólo hay que ver que en 2008, momento en que se desató la crisis a nivel mundial, los propios directivos de las firmas financieras se aseguraron buenos 'bonus' o sobresueldos sin que ello fuera controlado ni mucho menos vilipendiado por nuestros representantes políticos. La situación vivida en Estados Unidos, que es la que se analiza en el documental, es exportable a otros países como el nuestro propio donde las grandes empresas y los grandes bancos experimentaron beneficios a pesar de la que se avecinaba.

En segundo lugar, el documental también me ha consolidado en la certeza de que la comunicación es un activo importantísimo para determinar los temas que la oligarquía quiere que estén en la opinión pública. En 'La doctrina del shock', por ejemplo, se hace mención a los famosos discursos de 'choque de civilizaciones' (similar a aquel invento de 'la alianza de civilizaciones' que más bien parece un fruto del marketing que un verdadero compromiso político), 'el eje del mal' o 'guerra contra el terrorismo' que fueron entonados desde las altas esferas estadounidenses y se vieron replicados mundialmente en casi todos los medios de comunicación. Más allá de que se hubiera producido un hecho relevantísimo como el 11-S y las implicaciones que ello tenía, es cierto que el sector de la comunicación quedó anegado por riadas de información sobre las acciones militares, los orígenes del terrorismo islámico y el desastre humano acaecido en Nueva York (aunque el acceso a los damnificados no fue del todo transparente, como todos sabemos, debido a la privacidad que impuso el Gobierno de Estados Unidos a la difusión de imágenes demasiado 'personales' de la masacre). Por unos días, y diría yo que semanas o incluso meses, no se habló de otra cosa que de las medidas que tomaría George W. Bush y su gabinete para responder al ataque. Esa política comunicativa, en definitiva, nos impuso de alguna manera el prestar atención a unos asuntos al mismo tiempo que silenció otros que quizás nos afectaban más como ciudadanos.

Pero el alcance que tienen los medios sobre nosotros no sólo se restringe a la forma en que se configura la agenda setting, la variedad de temas que son ofrecidos desde los medios para su conocimiento, su debate y su reflexión entre los ciudadanos. En mi opinión, al menos en nuestro país, el sector mediático aplica una doctrina del shock mucho más encubierta, pero igualmente peligrosa, que la que hemos conocido en países donde se registraron torturas, encarcelamientos, asesinatos y otros tipos de represalias para callar a los disidentes y someterlos a un régimen dictatorial. En 'La doctrina del shock' se habla sobre las medidas de choque inspiradas en los métodos psiquiátricos de Cameron que se tomaron en lugares como Chile, Argentina o Rusia para subyugar al pueblo y ponerlo de rodillas ante una política económica capitalista que venía importada de Estados Unidos. Pero, ¿qué hay de las descargas de desinformación y manipulación que día a día recibimos de medios que nos muestran sólo una cara de la realidad en las noticias o nos proponen debates en los que la participación del público es mínima cuando no residual? ¿No estamos siendo sometidos a una forma de shock cuando se nos presentan repetidamente informaciones políticas, informaciones deportivas e informaciones de sucesos sin solución de continuidad? ¿Por qué, incluso en los medios públicos, se repite la misma fórmula hasta la saciedad sin apenas margen para la investigación, para el análisis de gente sin vinculaciones políticas o para la formación cultural?

En resumidas cuentas, con 'La doctrina del shock' llegamos a unas conclusiones similares a las de otros documentos revisados. Mientras lo privado ha ninguneado lo público, mientras se desarticula nuestro bienestar en lugar de protegerlo de la avaricia de unos pocos, mientras las diferencias de salarios entre un directivo y un trabajador normal no dejan de aumentar y ya no hablemos de las desigualdades entre primer y tercer mundo, los métodos de control oligárquico ejecutados a través de los medios siguen manteniéndonos separados, desubicados y alejados de las cosas que en realidad interfieren en nuestras vidas. Para ellos, es mejor que la gente se pelee por uno y otro candidato político, que hable de la última canallada que ha ocurrido en Gran Hermano, o que se lleve la mano a la boca por un desastre natural retransmitido 24 horas que el hecho de que esta misma gente se pregunte por el por qué de este enorme e inacabable laberinto.

Me quedo con una reflexión de Klein al final del documental: "Si queremos respuestas a la crisis que nos conduzcan a un mundo más justo vamos a tener que salir a las calles". Cada vez veo más evidente que la política hoy en día es una estrategia que se vale de nuestras 'emociones' y sentimientos para dividirnos entre PSOEs, PPs y otros partidos minoritarios y evitar que nos pongamos manos a la obra a luchar contra esos oligarcas insolidarios.

sábado, 7 de mayo de 2011

¿Reflejan los media la realidad del mundo?

El último artículo de la bibliografía de la asignatura de Teoría de la Información Audiovisual que he leído viene de la mano de uno de mis autores favoritos y periodista para más señas. Ryszard Kapuscinski, una vez más, remueve la voz de nuestras conciencias con un grito a la búsqueda de la verdad, a la crítica y a la formación de individuos activos en la recepción de la información.

http://www.rebelion.org/hemeroteca/medios/ryszard180602.htm

El autor de origen polaco refleja la nostalgia de tiempos pasados donde la figura del periodista era la de un diamante en bruto que velaba por la búsqueda de la información sin estar condicionado por intereses comerciales.

Creo que, con el avance de las tecnologías, las fuentes para consumir información se multiplicaron por mil y, al descubrirse el gran poder que escondía el control del mensaje, todo el mundo quiso su trocito del pastel.

No pienso personalmente que el problema resida en la pérdida de aquel idealismo de periodistas soñadores que quedaron reemplazados por la mercancía de hombres de negocio, sino más bien en una adaptación de todos los eslabones que forman el mundo de los medios de comunicación a la rapidez exigida actualmente por los soportes informativos. Es decir, hoy en día, en el mundo mediático priman más aspectos como el adelantarse a los demás, el generar cantidades ingentes de información o el llegar a todos los sitios que otros que en su momento gozaron de más prestigio como el periodismo de investigación, tan necesario por otra parte para el ejercicio de la función de 'perro guardían' que siempre se le ha atribuido, merecida o inmerecidamente, al periodismo.


A diferencia de otros sectores del mercado, donde la oferta se crea a partir de la demanda, los media crean su oferta a partir de intereses políticos y/o empresariales que dictan cómo debe ser la audiencia y el contenido que ésta ha de consumir para, así, mantenerla hipnotizada. Es cierto que, a veces, también hay calidad y excelencia en el contenido y en el tratamiento de la información, pero casi siempre, desde diversos frentes (la educación formal, la que recibimos en nuestra familia, la que obtenemos de nuestras amistades, la que brindan los propios medios, etc...) hemos sido educados como individuos pasivos, es decir, creyendo a ciegas toda la información y consumiéndola como si fuera una verdad irrefutable, sin esfuerzo por investigar o buscar otros puntos de vista antes de aceptar esa realidad tal como nos la pintan.

Y la pasividad no es otra cosa que la falta de motivación. Y es que, desde la escuela y desde la familia, deberían formarse individuos más exigentes y críticos, debería incentivarse el conocimiento reflexivo de lo que nos rodea para ser capaces de cambiar, de luchar contra las injusticias o de percibir la manipulación que se cierne sobre esas idílicas democracias en que vivimos.

viernes, 6 de mayo de 2011

Hessel, indignado como otros muchos

Empecemos esta segunda parte en que he dividido mi reflexión sobre ¡Indignaos! con una mención que hace Hessel a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que en su artículo 22 dice lo siguiente: "Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad".

Como sabemos, la situación actual está radicalmente lejos de cumplir esa aspiración hoy por hoy poco menos que utópica. De hecho, la sensación de que es inalcanzable ya habla a las claras de qué clase de sentimiento posmoderno se está extendiendo entre jóvenes y mayores.

En el vídeo que enlacé en el anterior mensaje, el filósofo José Antonio Marina comenta algo muy importante a este respecto: "Somos muy pasivos, aguantamos demasiado y, además, nos ha entrado una especie de desesperanza. Nos estamos convenciendo de que no se puede hacer nada, de que no hay más cera de la que arde. [...] Y tenemos, junto a la epidemia de la tolerancia, una epidemia de desesperanza y también de pereza".

Por supuesto, el papel que juegan los medios de comunicación en la extensión de ambas enfermedades sociales es de vital importancia, no sólo por la actitud pasiva que despiertan (sobre todo, la tele) sino también por el tipo de contenidos que omiten o dejan de omitir. Si hablamos del caso español, resulta obvio el hecho de que periódicos, emisoras de radio, canales de televisión o sitios de internet, en la lógica empresarial de las corporaciones en las que se inscriben, no son más que instrumentos para mantener el sistema de necesidades, valores y creencias capitalistas.


Resulta paradójico que incluso los programas con una apariencia más 'light', más desinhibida, nos hagan sentir deseosos de lo que tienen los demás. Hace unos días lo comentaba con algunos compañeros: Toda esta plaga de programas de 'Españoles por el mundo', 'Madrileños por el mundo', 'Andaluces por el mundo' y sucedáneos siempre nos vende -eso creo yo- la moto más bonita; gente que, a pesar de la distancia, vive holgadamente, sin problemas económicos, con salarios y jornadas laborales envidiables, con casas que a más de uno nos gustaría tener algún día...Es evidente, por tanto, que el control social que ejercen los medios, no por más disfrazado, existe. Igualmente ocurren con las telediarios que, las más de las veces, se convierten en carruseles de temática política (la fiebre de los totales, lo llamaría yo; ya hablaré algún día de ello) donde se van alternando distintas voces, casi siempre de los dos grandes partidos mayoritarios, en un fuego cruzado que deja en el camino otras opciones políticas y movimientos apartados de la mirada pública.


Es por todo ello que, convencidos de que los medios no nos forman con un sistema de valores idóneo ni tampoco favorecen que pongamos atención en lo que de verdad nos interesa (con Cristiano y Esteban hemos topado), consideramos que es necesario impulsar, además de una indignación pacífica, no violenta, como la que propone Hessel, una formación de la visión crítica de la población con respecto a muchos de los asuntos que estamos tratando en este Máster: el funcionamiento de la globalización, la red de intereses en las altas esferas, la coraza que proporciona el entorno mediático, la influencia cultural de la mirada blanca, la pérdida de un horizonte estable laboral, etc...

Decimos esto porque, quizás, el origen de esa pereza a la que antes hacía alusión Marina se debe, en buena parte, al desconocimiento que existe entre la población general en relación con el poder de lo audiovisual. En nuestra opinión, una condición sine qua non para que pueda generarse una mayor indignación es llevar a la gente el mensaje de que, detrás del fútbol, el famoseo y las noticias espectaculares, hay todo un mecanismo de manipulación sobre nuestros lados consciente e inconsciente. De lo contrario, sólo seguirán indignados unos pocos y eso no provocará en ningún momento el cambio social. Ya lo dice Stéphane Hessel al final de su manifiesto: "Por eso, hagamos siempre un llamamiento a "una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos".

Mucho nos tememos que esta suerte de 'Entente Cordiale' firmada por los magnates neoliberales, los grandes hombres de la comunicación y nuestros gobernantes nunca estará por la labor de facilitarnos ambas tareas, las de extender la indignación y la educación para los medios.

Indignado al igual que Hessel


Hace tiempo tenía en mente escribir un mensaje sobre el librito de Stéphane Hessel, ¡Indignaos!, del que oí hablar por primera vez en el último chat que tuvimos en la asignatura de Teoría de la Información Audiovisual. Aunque no es un libro propiamente sobre la imagen en la concepción más pura de la palabra, podemos decir que el fenómeno audiovisual sobrevuela en muchas de las afirmaciones que en esta obra se vierten. Para empezar, con las que comenta Sampedro en el más que sugerente prólogo (una gozada intelectual a la par que literaria):

"“Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”, señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad".

Como podemos observar, el entorno mediático es rápidamente aludido en la introducción de esta suerte de manifiesto que clama por que los jóvenes luchen por los derechos y las justicias que les han sido arrebatados. Como ya nos indicó Ramón, Hessel pertenece a una generación de ideólogos involucrados en la política que cooperó en el establecimiento de la democracia moderna en su país, Francia, en tiempos del nazismo. Pese a que, como se dice popularmente, 'ya ha llovido' mucho desde aquel entonces, no deja de asombrarme que un octogenario (o más que octogenario, nonagenario) haya sido el firmante de este texto. No tanto porque las personas mayores no sean capaces de levantar su voz como por el hecho de que la responsabilidad de cambiar la situación que vivimos en el mundo de hoy atañe sobre todo a los jóvenes. Lo más lógico es que fueran jóvenes comprometidos, al menos en una línea similar a la de Hessel, los que dieran un golpe sobre la mesa, pero, pese a que existen iniciativas de movilización en entornos digitales (ésta sería un ejemplo), de momento hemos visto pocas voces jóvenes que hayan llamado la atención sobre la diferencia de poder que existe entre ciudadanos e instituciones.

Quizás por ese vacío de compromiso es por lo que grita, con tanta indignación, Hessel, y con él muchos de los que contemplamos día a día cómo se ha ido el poder democrático de nuestras manos y ha pasado a las de las grandes corporaciones económicas y mediáticas, en connivencia, claro está, con los supuestos representantes del Estado.


Ante semejante desigualdad de poder, coincido con Hessel en que nuestra mejor arma para intentar revertir la situación es creer aún más en nuestras convicciones y defender aquello que consideramos legítimo. Sin embargo, tal y como aprendimos con Lyotard, estamos en una época, la posmodernista, que si por algo se caracteriza es por la pérdida de ese principio orientador que en el pasado hizo que los hombres lucharan por ampliar sus libertades y crear sociedades cada vez más igualitarias. No sólo es el interés económico lo que ahora guía la ciencia, como nos sugería acertadamente Lyotard, sino que se ha convertido, en mi opinión, en una falsa ilusión de lo que significa la palabra progreso. Parece que hacer los mejores números es todo lo que importa, todo lo que equivale a 'ir a mejor' y todos, en mayor o menor medida, hemos incorporado esa máxima a nuestro sistema de creencias, previo paso por la siempre sibilina maquinaria mediática.

Igualmente, si el interés en tener una buena salud económica, hablemos de gente de a pie o de organizaciones, se ha impuesto como una necesidad vital (comprensible, por otra parte, dado lo cara que se ha puesto la vida), el consumo se ha transformado en el mejor cebo para mantenernos alejados de los asuntos que verdaderamente afectan a nuestra vida, ya sea a través del gancho de los partidos de fútbol, realities, programas de cotilleos, películas o incluso espacios de noticias construidos desde un paradigmo ideológico que ni mucho menos pretende ser objetivo.




De esta forma, considero que el factor económico, cuyo mejor ejemplo es el afán que tienen las grandes empresas para promover su propio beneficio a costa de quiénes estamos debajo, y el factor consumista, tan instalado en nuestros hábitos audiovisuales como en los navideños, son los mayores distractores del avance del ser humano. Sin embargo, por más que lo sepamos, y que nos sintamos atados a los entretenimientos que nos ofrece la televisión y otros medios 'menos' influyentes, aún no hemos sido capaces de hacer oír esa indignación que hasta el momento ha ocupado pocas portadas. Puede ser por desconocimiento, por desgana, por incredulidad hacia el éxito del movimiento ciudadano, por el silencio interesado de los medios de comunicación y por muchos e innumerables motivos. El caso es que siempre parece interponerse algo de por medio. Y es ahí donde, según Hessel, no debemos perder la esperanza.

"La peor de las actitudes es la indiferencia, el decir "yo no puedo hacer nada, yo me las apaño". Al comportaros así, perdéis uno de los componentes esenciales que
hacen al ser humano. Uno de sus componentes indispensables: la capacidad de indignarse y el compromiso que nace de ella".

Continuaré en otro mensaje...Para dejar un buen sabor de boca, dejo el enlace a un reportaje de Informe Semanal sobre el fenómeno editorial de este pequeño pero ignífugo manifiesto.

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