viernes, 6 de mayo de 2011

Hessel, indignado como otros muchos

Empecemos esta segunda parte en que he dividido mi reflexión sobre ¡Indignaos! con una mención que hace Hessel a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, que en su artículo 22 dice lo siguiente: "Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener, mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad".

Como sabemos, la situación actual está radicalmente lejos de cumplir esa aspiración hoy por hoy poco menos que utópica. De hecho, la sensación de que es inalcanzable ya habla a las claras de qué clase de sentimiento posmoderno se está extendiendo entre jóvenes y mayores.

En el vídeo que enlacé en el anterior mensaje, el filósofo José Antonio Marina comenta algo muy importante a este respecto: "Somos muy pasivos, aguantamos demasiado y, además, nos ha entrado una especie de desesperanza. Nos estamos convenciendo de que no se puede hacer nada, de que no hay más cera de la que arde. [...] Y tenemos, junto a la epidemia de la tolerancia, una epidemia de desesperanza y también de pereza".

Por supuesto, el papel que juegan los medios de comunicación en la extensión de ambas enfermedades sociales es de vital importancia, no sólo por la actitud pasiva que despiertan (sobre todo, la tele) sino también por el tipo de contenidos que omiten o dejan de omitir. Si hablamos del caso español, resulta obvio el hecho de que periódicos, emisoras de radio, canales de televisión o sitios de internet, en la lógica empresarial de las corporaciones en las que se inscriben, no son más que instrumentos para mantener el sistema de necesidades, valores y creencias capitalistas.


Resulta paradójico que incluso los programas con una apariencia más 'light', más desinhibida, nos hagan sentir deseosos de lo que tienen los demás. Hace unos días lo comentaba con algunos compañeros: Toda esta plaga de programas de 'Españoles por el mundo', 'Madrileños por el mundo', 'Andaluces por el mundo' y sucedáneos siempre nos vende -eso creo yo- la moto más bonita; gente que, a pesar de la distancia, vive holgadamente, sin problemas económicos, con salarios y jornadas laborales envidiables, con casas que a más de uno nos gustaría tener algún día...Es evidente, por tanto, que el control social que ejercen los medios, no por más disfrazado, existe. Igualmente ocurren con las telediarios que, las más de las veces, se convierten en carruseles de temática política (la fiebre de los totales, lo llamaría yo; ya hablaré algún día de ello) donde se van alternando distintas voces, casi siempre de los dos grandes partidos mayoritarios, en un fuego cruzado que deja en el camino otras opciones políticas y movimientos apartados de la mirada pública.


Es por todo ello que, convencidos de que los medios no nos forman con un sistema de valores idóneo ni tampoco favorecen que pongamos atención en lo que de verdad nos interesa (con Cristiano y Esteban hemos topado), consideramos que es necesario impulsar, además de una indignación pacífica, no violenta, como la que propone Hessel, una formación de la visión crítica de la población con respecto a muchos de los asuntos que estamos tratando en este Máster: el funcionamiento de la globalización, la red de intereses en las altas esferas, la coraza que proporciona el entorno mediático, la influencia cultural de la mirada blanca, la pérdida de un horizonte estable laboral, etc...

Decimos esto porque, quizás, el origen de esa pereza a la que antes hacía alusión Marina se debe, en buena parte, al desconocimiento que existe entre la población general en relación con el poder de lo audiovisual. En nuestra opinión, una condición sine qua non para que pueda generarse una mayor indignación es llevar a la gente el mensaje de que, detrás del fútbol, el famoseo y las noticias espectaculares, hay todo un mecanismo de manipulación sobre nuestros lados consciente e inconsciente. De lo contrario, sólo seguirán indignados unos pocos y eso no provocará en ningún momento el cambio social. Ya lo dice Stéphane Hessel al final de su manifiesto: "Por eso, hagamos siempre un llamamiento a "una verdadera insurrección pacífica contra los medios de comunicación de masas que no proponen como horizonte para nuestra juventud más que el consumismo de masas, el desprecio de los más débiles y de la cultura, la amnesia generalizada y la competición a ultranza de todos contra todos".

Mucho nos tememos que esta suerte de 'Entente Cordiale' firmada por los magnates neoliberales, los grandes hombres de la comunicación y nuestros gobernantes nunca estará por la labor de facilitarnos ambas tareas, las de extender la indignación y la educación para los medios.

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