lunes, 9 de mayo de 2011

La doctrina del shock

Hoy quiero hablar sobre la última muestra audiovisual que he podido ver. Ya hablamos de ella en un chat de esta asignatura, pero quería dejar aquí mis comentarios y mis impresiones con respecto a lo que se dice en ella. Me refiero, en concreto, al documental 'La doctrina del shock', inspirado en un libro de Naomi Klein con el mismo título.



No quiero aburrir a quienes me lean, ni a mí mismo por supuesto, con un resumen del contenido de dicho documental, que intuimos será muy similar al que se puede leer en formato impreso. En lugar de eso, me gustaría reflejar algunos pensamientos que han venido a mi mente durante la visualización de la película.

Bien, el primero es que el trabajo de la periodista canadiense Naomi Klein ha reforzado la opinión que ya tenía, esto es, que la democracia ha pasado a manos privadas que, gracias a su enorme influencia en nuestros gobernantes, han conseguido salir vivas de la última crisis económica. De hecho, se puede decir que, tras ver el documental, se puede interpretar que la crisis no es un efecto inesperado del instinto depredador de los oligarcas (incluyo aquí a los grandes magnates de la comunicación, por supuesto) que han tomado las riendas de nuestro destino, sino más bien un mal menor que ellos saben y quieren aprovechar hasta las últimas consecuencias. Sólo hay que ver que en 2008, momento en que se desató la crisis a nivel mundial, los propios directivos de las firmas financieras se aseguraron buenos 'bonus' o sobresueldos sin que ello fuera controlado ni mucho menos vilipendiado por nuestros representantes políticos. La situación vivida en Estados Unidos, que es la que se analiza en el documental, es exportable a otros países como el nuestro propio donde las grandes empresas y los grandes bancos experimentaron beneficios a pesar de la que se avecinaba.

En segundo lugar, el documental también me ha consolidado en la certeza de que la comunicación es un activo importantísimo para determinar los temas que la oligarquía quiere que estén en la opinión pública. En 'La doctrina del shock', por ejemplo, se hace mención a los famosos discursos de 'choque de civilizaciones' (similar a aquel invento de 'la alianza de civilizaciones' que más bien parece un fruto del marketing que un verdadero compromiso político), 'el eje del mal' o 'guerra contra el terrorismo' que fueron entonados desde las altas esferas estadounidenses y se vieron replicados mundialmente en casi todos los medios de comunicación. Más allá de que se hubiera producido un hecho relevantísimo como el 11-S y las implicaciones que ello tenía, es cierto que el sector de la comunicación quedó anegado por riadas de información sobre las acciones militares, los orígenes del terrorismo islámico y el desastre humano acaecido en Nueva York (aunque el acceso a los damnificados no fue del todo transparente, como todos sabemos, debido a la privacidad que impuso el Gobierno de Estados Unidos a la difusión de imágenes demasiado 'personales' de la masacre). Por unos días, y diría yo que semanas o incluso meses, no se habló de otra cosa que de las medidas que tomaría George W. Bush y su gabinete para responder al ataque. Esa política comunicativa, en definitiva, nos impuso de alguna manera el prestar atención a unos asuntos al mismo tiempo que silenció otros que quizás nos afectaban más como ciudadanos.

Pero el alcance que tienen los medios sobre nosotros no sólo se restringe a la forma en que se configura la agenda setting, la variedad de temas que son ofrecidos desde los medios para su conocimiento, su debate y su reflexión entre los ciudadanos. En mi opinión, al menos en nuestro país, el sector mediático aplica una doctrina del shock mucho más encubierta, pero igualmente peligrosa, que la que hemos conocido en países donde se registraron torturas, encarcelamientos, asesinatos y otros tipos de represalias para callar a los disidentes y someterlos a un régimen dictatorial. En 'La doctrina del shock' se habla sobre las medidas de choque inspiradas en los métodos psiquiátricos de Cameron que se tomaron en lugares como Chile, Argentina o Rusia para subyugar al pueblo y ponerlo de rodillas ante una política económica capitalista que venía importada de Estados Unidos. Pero, ¿qué hay de las descargas de desinformación y manipulación que día a día recibimos de medios que nos muestran sólo una cara de la realidad en las noticias o nos proponen debates en los que la participación del público es mínima cuando no residual? ¿No estamos siendo sometidos a una forma de shock cuando se nos presentan repetidamente informaciones políticas, informaciones deportivas e informaciones de sucesos sin solución de continuidad? ¿Por qué, incluso en los medios públicos, se repite la misma fórmula hasta la saciedad sin apenas margen para la investigación, para el análisis de gente sin vinculaciones políticas o para la formación cultural?

En resumidas cuentas, con 'La doctrina del shock' llegamos a unas conclusiones similares a las de otros documentos revisados. Mientras lo privado ha ninguneado lo público, mientras se desarticula nuestro bienestar en lugar de protegerlo de la avaricia de unos pocos, mientras las diferencias de salarios entre un directivo y un trabajador normal no dejan de aumentar y ya no hablemos de las desigualdades entre primer y tercer mundo, los métodos de control oligárquico ejecutados a través de los medios siguen manteniéndonos separados, desubicados y alejados de las cosas que en realidad interfieren en nuestras vidas. Para ellos, es mejor que la gente se pelee por uno y otro candidato político, que hable de la última canallada que ha ocurrido en Gran Hermano, o que se lleve la mano a la boca por un desastre natural retransmitido 24 horas que el hecho de que esta misma gente se pregunte por el por qué de este enorme e inacabable laberinto.

Me quedo con una reflexión de Klein al final del documental: "Si queremos respuestas a la crisis que nos conduzcan a un mundo más justo vamos a tener que salir a las calles". Cada vez veo más evidente que la política hoy en día es una estrategia que se vale de nuestras 'emociones' y sentimientos para dividirnos entre PSOEs, PPs y otros partidos minoritarios y evitar que nos pongamos manos a la obra a luchar contra esos oligarcas insolidarios.

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