domingo, 15 de mayo de 2011

No Logo

No Logo no se encuentra entre los libros de la bibliografía de la asignatura, pero me he lanzado a leerlo porque, cuando mi compañero Pepe mencionó el título, tuve curiosidad por descubrir como Naomi Klein examinaría un asunto tan cotidiano como es el consumo de las marcas.
No logo es un meticuloso estudio sobre el papel que ocupan agencias, empresas, mano de obra y consumidores en el juego de las marcas así como de las estrategias clave usadas para acumular beneficios y despuntar en el mercado.
Con claros ejemplos que tienen como protagonistas a grandes multinacionales que todos conocemos, Naomi Klein explica cómo la táctica de las marcas ganó la batalla al antiguo planteamiento del marketing que básicamente tenía como objetivo la venta de productos.
Las agencias de publicidad querían encontrar su sitio y hacerse imprescindibles en el proceso de convertir a las empresas en gigantes indestructibles. Su discurso era principalmente que había que encontrar una filosofía comerical que diera un valor añadido a las empresas, es decir, atacar a través del factor emocional.
En ese sentido creo que la idea fue brillante porque, a pesar de ser consciente de que detrás del ideal que vende cada marca se encuentra el mismo bulto físico que otro sin presupuesto para publicidad, no puedo dejar de sentirme cómodamente atrapado por la "felicidad" que se adquiere pagando un porcentaje superior por esa marca especial.
Con esto no quiero decir que mis elecciones a la hora de comprar se rijan sólo por las marcas, y, por supuesto, sobra decir que detesto exhibir logos en mi ropa, pero hay ciertas cosas que reconozco que me gusta adquirir mirando la marca, el concepto o el ideal que lleva intrínseco, aunque eso me convierta en una víctima más en manos de cuentacuentos.
Por ejemplo, en mi opinión el sabor de la CocaCola es inigualable a la de otras bebidas de cola, las gafas de RayBan no me dejan ciego como las de H&M, o el desodorante AXE mantiene su efecto más tiempo que otros desodorantes (aunque nunca me haya pasado que las chicas se abalancen a mí como ocurre en el anuncio).
El problema de todo esto es que cada dos por tres se crean nuevas necesidades. Voy a poner como ejemplo las tecnologías. Últimamente, cada vez más regularmente, vemos cómo Apple o Microsoft sacan al mercado nuevas aplicaciones cada vez más sofisticadas y desarrolladas, sin que muchos de nosotros tengamos la posibilidad de adquirirlas (por su elevado precio), pero que sin embargo se hacen imprescindibles en el día a día ya que su consumo se expande a la velocidad de la luz.
Por último, no hay que olvidar otro eslabón del proceso de creación y consumo de marcas: la mano de obra en países del Tercer Mundo.
Para que todo este sistema fucione, para que los grandes sigan siendo tan grandes o aún si cabe más grandes, hay una mano de obra detrás que hace posible que todo siga en pie y que, lejos de los lujos y de percibir una mínima parte de los beneficios que generan las marcas para las que trabajan, viven en condiciones infrahumanas y trabajando de sol a sol. Sí, esos son los que hacen mis preciosas gafas de RayBan o mis zapatillas fashion de Nike, y ellos son las verdaderas víctimas de los gigantes que nosotros cada día alimentamos comprando marcas.

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