viernes, 6 de mayo de 2011

Indignado al igual que Hessel


Hace tiempo tenía en mente escribir un mensaje sobre el librito de Stéphane Hessel, ¡Indignaos!, del que oí hablar por primera vez en el último chat que tuvimos en la asignatura de Teoría de la Información Audiovisual. Aunque no es un libro propiamente sobre la imagen en la concepción más pura de la palabra, podemos decir que el fenómeno audiovisual sobrevuela en muchas de las afirmaciones que en esta obra se vierten. Para empezar, con las que comenta Sampedro en el más que sugerente prólogo (una gozada intelectual a la par que literaria):

"“Los medios de comunicación están en manos de la gente pudiente”, señala Hessel. Y yo añado: ¿quién es la gente pudiente? Los que se han apoderado de lo que es de todos. Y como es de todos, es nuestro derecho y nuestro deber recuperarlo al servicio de nuestra libertad".

Como podemos observar, el entorno mediático es rápidamente aludido en la introducción de esta suerte de manifiesto que clama por que los jóvenes luchen por los derechos y las justicias que les han sido arrebatados. Como ya nos indicó Ramón, Hessel pertenece a una generación de ideólogos involucrados en la política que cooperó en el establecimiento de la democracia moderna en su país, Francia, en tiempos del nazismo. Pese a que, como se dice popularmente, 'ya ha llovido' mucho desde aquel entonces, no deja de asombrarme que un octogenario (o más que octogenario, nonagenario) haya sido el firmante de este texto. No tanto porque las personas mayores no sean capaces de levantar su voz como por el hecho de que la responsabilidad de cambiar la situación que vivimos en el mundo de hoy atañe sobre todo a los jóvenes. Lo más lógico es que fueran jóvenes comprometidos, al menos en una línea similar a la de Hessel, los que dieran un golpe sobre la mesa, pero, pese a que existen iniciativas de movilización en entornos digitales (ésta sería un ejemplo), de momento hemos visto pocas voces jóvenes que hayan llamado la atención sobre la diferencia de poder que existe entre ciudadanos e instituciones.

Quizás por ese vacío de compromiso es por lo que grita, con tanta indignación, Hessel, y con él muchos de los que contemplamos día a día cómo se ha ido el poder democrático de nuestras manos y ha pasado a las de las grandes corporaciones económicas y mediáticas, en connivencia, claro está, con los supuestos representantes del Estado.


Ante semejante desigualdad de poder, coincido con Hessel en que nuestra mejor arma para intentar revertir la situación es creer aún más en nuestras convicciones y defender aquello que consideramos legítimo. Sin embargo, tal y como aprendimos con Lyotard, estamos en una época, la posmodernista, que si por algo se caracteriza es por la pérdida de ese principio orientador que en el pasado hizo que los hombres lucharan por ampliar sus libertades y crear sociedades cada vez más igualitarias. No sólo es el interés económico lo que ahora guía la ciencia, como nos sugería acertadamente Lyotard, sino que se ha convertido, en mi opinión, en una falsa ilusión de lo que significa la palabra progreso. Parece que hacer los mejores números es todo lo que importa, todo lo que equivale a 'ir a mejor' y todos, en mayor o menor medida, hemos incorporado esa máxima a nuestro sistema de creencias, previo paso por la siempre sibilina maquinaria mediática.

Igualmente, si el interés en tener una buena salud económica, hablemos de gente de a pie o de organizaciones, se ha impuesto como una necesidad vital (comprensible, por otra parte, dado lo cara que se ha puesto la vida), el consumo se ha transformado en el mejor cebo para mantenernos alejados de los asuntos que verdaderamente afectan a nuestra vida, ya sea a través del gancho de los partidos de fútbol, realities, programas de cotilleos, películas o incluso espacios de noticias construidos desde un paradigmo ideológico que ni mucho menos pretende ser objetivo.




De esta forma, considero que el factor económico, cuyo mejor ejemplo es el afán que tienen las grandes empresas para promover su propio beneficio a costa de quiénes estamos debajo, y el factor consumista, tan instalado en nuestros hábitos audiovisuales como en los navideños, son los mayores distractores del avance del ser humano. Sin embargo, por más que lo sepamos, y que nos sintamos atados a los entretenimientos que nos ofrece la televisión y otros medios 'menos' influyentes, aún no hemos sido capaces de hacer oír esa indignación que hasta el momento ha ocupado pocas portadas. Puede ser por desconocimiento, por desgana, por incredulidad hacia el éxito del movimiento ciudadano, por el silencio interesado de los medios de comunicación y por muchos e innumerables motivos. El caso es que siempre parece interponerse algo de por medio. Y es ahí donde, según Hessel, no debemos perder la esperanza.

"La peor de las actitudes es la indiferencia, el decir "yo no puedo hacer nada, yo me las apaño". Al comportaros así, perdéis uno de los componentes esenciales que
hacen al ser humano. Uno de sus componentes indispensables: la capacidad de indignarse y el compromiso que nace de ella".

Continuaré en otro mensaje...Para dejar un buen sabor de boca, dejo el enlace a un reportaje de Informe Semanal sobre el fenómeno editorial de este pequeño pero ignífugo manifiesto.

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